Esta es una obra que, en definitiva, describe la vida de importantes personajes que, en nombre del amor, se envuelven en dramáticas situaciones que «envenenan» sus relaciones y terminan por hacer colapsar sus propias existencias.
Cualquiera pensaría que desenlaces así no podrían ocurrir cuando hay amor en los corazones, pero justamente la obra de Posadas pone en evidencia -y no en pocos y desconocidos casos- cómo un amor apasionado, mal entendido y conducido, puede derivar, por diversas y complejas circunstancias, en sentimientos enfermizos, conductas patológicas y vínculos tóxicos. Se podría afirmar que llegado a ese punto, en sentido estricto, ya no estaríamos en presencia de un verdadero amor, sino de un sentimiento tergiversado, transformado y contaminado….pero que, aun así, ciertamente se confunde muchas veces con el genuino amor.
Si algo es fundamental comprender acerca del amor genuino, es que no se trata solo de un sentimiento que se aloja en el corazón. No es algo que se siente hoy y ya no mañana, no es una simple emoción pasajera, que surge temporalmente y acaba cuando llega otro nuevo y efímero sentimiento.
El amor, además de un sentimiento profundo y duradero, implica también voluntad y decisión para estar y permanecer. Es desde esta óptica donde se entiende adecuadamente la verdadera y fundamental naturaleza del amor.
En los textos bíblicos se recoge una hermosa y contundente definición del amor: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…”.
Una caracterización del genuino y pleno amor que trasciende la esfera conyugal y eleva el amor a una dimensión más poderosa y total. Un amor así es absoluto, hermoso, permanente, satisfactorio y edificante; puede enfrentar situaciones adversas y prevalecer, porque es entrega y donación, es sentimiento y voluntad. Soporta las dificultades y los embates de la vida, pero no con malestar y frustración, sino con convicción y perseverancia.
Muchas personas viven sus relaciones de pareja creyendo que los une aún un gran amor. Que detrás de una supuesta “tensión y alejamiento” prevalece un amor que se resiste a morir. Incluso, algunas personas permanecen sujetas a sus novios o esposos, pensando que el maltrato constante, los celos desmedidos, las descalificaciones interminables, las críticas ofensivas, los silencios e indiferencias prolongadas, no son aún suficiente razón para dejar a su pareja o cónyuge. Quieren mantenerse aferradas a un vínculo, pensando que quizás las cosas pueden cambiar y hacer resurgir el amor romántico nuevamente. A este tipo de personas les da mucho temor el sentirse solas y se sujetan a una ilusión sin fundamento. Pero no hay que engañarse. Hay que saber distinguir entre una relación que se ha deteriorado o está pasando un difícil momento y es recuperable, de una que ha caído ya en una convivencia tóxica y perjudicial sin retorno. En estos casos se debe anteponer el amor propio, el buen juicio, la dignidad personal sobre un auto sacrificio estéril y patológico.
El amor no debe limitar el potencial, cohibir el desarrollo y reducir las capacidades de la pareja. No se debe, en nombre del amor, eclipsar el protagonismo de la persona amada, limitar su libertad de expresión y de movimiento. No se puede desestimular su crecimiento, debido a las propias inseguridades, desconfianzas, temores, egoísmos y frustraciones.
Tampoco en el amor se trata de poseer, como si fuese un objeto, a la otra persona. Cada pareja se establece en voluntad y libertad bajo un vínculo que debe ser estimulante y gratificante. Por eso es que las relaciones de co-dependencia no son nunca saludables y, más temprano que tarde, terminan por socavar las estructuras de la relación.
El amor es siempre crecimiento para la pareja. El amor es un sentimiento hermoso, que ilusiona, apasiona, emociona y mantiene alentado el interés recíproco. En el amor genuino no debe haber lugar para el temor, la duda, la desconfianza, los celos, la envidia y el rencor. El amor se caracteriza por abrazar con bondad, ternura, complacencia y perdón.
Pero el amor también es decisión, es un ejercicio continuo y permanente de voluntad, de deseo por agradar y satisfacer las necesidades y requerimientos de la persona amada. De verla crecer y ser feliz a su lado…de ver que el proyecto común avanza y se consolida en el transcurrir del tiempo. Una decisión y ejercicio de voluntad que se expresa como un agradable compromiso de amor, cuidado, fidelidad, lealtad y respeto.
Existen en la vida real y en la ficticia muchas historias de amor que han inspirado extraordinarias obras de grandes escritores de la Literatura Universal. Desde el clásico “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, hasta la memorable novela “Del amor y otros demonios” de Gabriel García Márquez. Se habla mucho de amor, se cuenta mucho sobre el amor y se describe bastante sobre el amor. Una palabra corta, pero infinitamente extraordinaria. Una palabra que encierra el sentimiento más grande con el que Dios dotó al ser humano.
Es cierto que, en función del amor, muchos pensamientos, posiciones y conductas humanas han sido asumidas equívocamente. Quizás de esta manera se pueden comprender las múltiples historias reflejadas en la obra de Carmen Posadas. Son parte de una realidad en la que se comporta el amor como “veneno” y, en consecuencia, provoca pasiones distorsionadas, celos excesivos y hasta suicidios desesperados. Pero el amor genuino, el que no ha sido contaminado, el que es siempre bueno y provechoso, procura el crecimiento de la persona amada, el beneficio mutuo y el reconocimiento de la presencia de Dios en la vida de la pareja.