La adolescencia es una etapa bella como cualquier etapa de la vida, y como padres tenemos que aprender a vivirla y disfrutarla junto a nuestros hijos. También trae sus retos, al vernos frente a las preguntas y las expresiones de desacuerdo de nuestros hijos sobre la forma de pensar y de actuar de sus antiguos héroes, es decir, nosotros los padres. Los que antes parecían perfectos, de repente parecen anticuados, no comprenden los cambios tecnológicos y visten un poco extraño. Es un tiempo donde pareciera que estamos en bandos distintos, pero nuestros hijos nos necesitan cerca.
Los adolescentes pierden a los padres omnipotentes y descubren padres con defectos. Uno de esos días cuando mis hijos estaban adolescentes, fui a dejar a uno de ellos a la casa de unos amigos. Yo estaba listo para ir a la cama y, por lo tanto, estaba vestido para descansar: ¡nada extraño! un «short» y una camiseta. Antes de llegar a la casa donde iba a dejar a mi hijo, él me advierte: —Por favor. Me bajo del auto, y te vas. A lo que respondo: —Pero yo quiero ver que haya alguien en la casa a donde vas. —Pero papá… es muy feo que te vean así —señaló con vergüenza. Fue un tiempo para reír, y tuve que irme inmediatamente después de que se bajó del auto.
¿Qué ocurre con nosotros los padres durante todo este proceso? Los padres también pasamos por un duelo al sentir «perder» al niño al que estábamos acostumbrados. Ya no somos los ídolos de nuestros hijos, al contrario, debemos aprender a manejar los comentarios o críticas sobre nuestra forma de hablar, comportarnos e incluso las costumbres que tenemos en la familia.
Nuestros hijos ahora nos miran diferente. Antes éramos todo, ahora hasta pueden criticar nuestra forma de vestir: —Papi esos zapatos no van. Si vienen mis amigos ¡no sales del cuarto!. No es que han dejado de querernos o de admirarnos. ¡Sí nos aman! Lo que pasa es que descubren a los papás de una manera diferente. En la adolescencia de nuestros hijos tenemos que revelarnos como amigos, pero a la vez como figuras de autoridad y seguridad. Ellos quieren dialogar como quien habla con un amigo, pero necesitan saber que la autoridad está definida y debe respetarse.
Ahora bien, esta discrepancia o crítica adolescente no se enfrenta con gritos o castigos físicos, pero sí debemos ser firmes y enseñar que la autoridad no se negocia. La autoridad es ejercer un liderazgo que es aceptado y respetado voluntariamente, y es diferente al autoritarismo. El autoritarismo utiliza la fuerza, el grito y la imposición; mientras que la autoridad es un estilo de vida que inspira respeto a través del ejemplo de tolerancia, el diálogo sereno, los acuerdos razonables, la integridad y mucha afectividad en el diario vivir.
¿Dependencia o independencia?
El proceso de duelo por el que atraviesa el adolescente, producto de enfrentarse a ciertas pérdidas al dejar de ser niño, es fluctuante y estresante para algunos de ellos. Existe en algún momento una negación, pues no quieren aceptar la nueva condición de adolescentes y desean regresar a los pantalones cortos y a los juguetes infantiles. En otros momentos sienten frustración o tristeza. Se encuentran en un mundo que lastima, decepciona y se vive muy intensamente. Por ejemplo: la descortesía de un amigo les hace sentir despedazados, y una expresión de rechazo les hace sentir una profunda tristeza.
Debemos acompañarlos en el proceso de ser paulatinamente independientes pero aceptando su dependencia actual necesaria. Si desconocemos las características y necesidades que se presentan durante el proceso de desarrollo de los adolescentes, podríamos malinterpretar sus comportamientos y llevarnos a reaccionar de forma que estimulemos la rebeldía y el enfrentamiento, aunque no sea esta nuestra intención. Otorguemos libertad y, al mismo tiempo, ayudémosles a mantener la dependencia necesaria para avanzar en su crecimiento.
Puede ser contraproducente que el padre dé libertar sin límites, ya que puede ser interpretado por el hijo como abandono. Lo correspondiente es que como padres aprendamos a dar libertad con límites, es decir, mostrar cuidado, enseñar cautela, observar, tener contacto afectivo permanente, y establecer un diálogo cercano, para acompañar paso a paso hacia la independencia del hijo.
Una de las tareas que debemos asumir como padres durante el proceso de la adolescencia, es ir adecuando las reglas o límites que eran dirigidos a niños, hacia reglas para jóvenes que impliquen más flexibilidad y libertad progresiva. No solo se cambian los límites sino la forma de presentarlos, es decir, en la adolescencia los padres deben aprovechar el raciocinio desarrollado en esta etapa para explicar los motivos lógicos y razonables de las reglas. «Las reglas son estas por estos motivos, y tienen estas consecuencias y privilegios. Cada vez que las cumples existen privilegios, pero si no las cumples existen consecuencias que se deben afrontar». Sea firme y uniforme, pues los límites dan seguridad, aunque ningún límite es agradable en el presente.
Dos amigas se despedían. Una tenía absoluta libertad de horarios, mientras que la otra tenia padres que le ponían hora de llegada. Cuando eran las diez de la noche, la mamá de la segunda la llamó para que entrara a la casa. Ella le dijo a su amiga: —¡Eres dichosa porque nadie te dice a qué hora llegar!. Pero a la amiga le salieron algunas lágrimas y respondió: —No. Es mejor saber que existe alguien que se preocupa por uno. En la adolescencia las reglas no se comprenden, pero con el tiempo se darán cuenta que les protegen porque nos interesan y son valiosos para nosotros.
No insulte a su hijo ni a su hija, ni menosprecie el crecimiento que está experimentando. ¡Respételo! No lo haga sentir infantil. «¿Cómo que usted está enamorada con apenas 14 años de edad?» Recuerde cómo se sentía usted cuando se enamoró por primera vez. Converse, pregunte: —¿Te gusta? ¿Cómo se llama?, hablemos un poco más. Ella o él quedará sorprendido: —¿Cómo… no te vas a enojar?. —Claro que no. Esto es lo más normal.
Si usted comienza a hablarlo con naturalidad, le va a dar tranquilidad y un espacio de confianza a su hijo o hija. Cuéntele de su primer amor y del primer beso. Genere el espacio para que ellos hablen y para que puedan expresar sus sentimientos. El respeto mutuo entre padres e hijos es fundamental. Préstele su hombro y lloren juntos, porque para ella o para él es importante saber que cuenta con usted.
La adolescencia de sus hijos no es un producto terminado, es una etapa de transición, por eso hay que verlos con esperanza y animarlos a recorrer el camino confiadamente. El producto que hoy ve no es el final, vienen mejores momentos, donde cosechará el fruto de lo que ha sembrado por años en su vida.