El 3 de abril de 1968, una feroz tormenta azotó Memphis, Tennessee. Agotado y sintiéndose enfermo, el reverendo Martin Luther King Jr. no había planeado dar su discurso en apoyo a los trabajadores de la salud en una iglesia, pero una sorpresiva llamada telefónica le informó que una gran multitud había enfrentado la tormenta para ir a escucharlo. Entonces fue y dio lo que algunos consideran su mejor discurso: «He estado en la cima de la montaña».
Al día siguiente, King fue asesinado, pero su discurso aún sigue inspirando a los oprimidos, con la esperanza de «la tierra prometida». Asimismo, los primeros seguidores de Jesús fueron alentados con un mensaje conmovedor. El libro de Hebreos, escrito para animar a los judíos creyentes amenazados por su fe en Cristo, brinda aliento espiritual para no perder la esperanza, instando: «levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas» (12:12). Por ser judíos, reconocerían que el profeta Isaías había hecho ese llamado originalmente (Isaías 35:3).
Pero ahora, como discípulos de Cristo, somos llamados a «[correr] con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12:1-2). Al hacerlo, no nos cansaremos ni desanimaremos (v. 3 RVC).
De: Patricia Raybon