¿Ya llegamos? / Todavía no. / ¿Ya llegamos? / Todavía no. Este fue el juego de ida y vuelta que mantuvimos en el primer viaje de 16 horas de regreso a casa cuando nuestros hijos eran pequeños. Los dos más grandes no dejaban de jugarlo, y si yo hubiese tenido un dólar por cada vez que preguntaban, la pila sería enorme. Estaban obsesionados con esa pregunta, pero yo (el conductor) no dejaba de preguntarme lo mismo: ¿Ya llegamos? Y la respuesta era: Todavía no, pero pronto.
A decir verdad, la mayoría de los adultos hacemos esta pregunta de diversas maneras, aunque no lo digamos en voz alta, pero la razón es la misma: estamos «cansados de sufrir» (Salmo 6:7). Nos «[hemos consumido] a fuerza de gemir» (v. 6) por todo, desde las noticias, pasando por las frustraciones diarias, siguiendo con los interminables problemas de salud… y la lista continúa. Clamamos: «¿Ya llegamos? ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?».
El salmista conocía bien esa clase de agotamiento, y con sinceridad, le hizo a Dios esta pregunta clave. Como un padre protector, Él oyó los clamores de David y los aceptó en su gran misericordia (v. 9). Del mismo modo, tú y yo podemos acceder a nuestro Padre celestial y preguntarle lo mismo, y su respuesta será: «Todavía no, pero pronto. Confía en mí».
De: James Banks