Bajo un cielo nocturno en la primavera de 2020, los surfistas cabalgaban las olas bioluminiscentes en la costa de San Diego. Este espectáculo de luces era provocado por organismos microscópicos llamados fitoplancton, nombre derivado de una palabra griega que significa «nómade». Durante el día, producen mareas rojas y captan la luz solar que se convierte en energía química. En la oscuridad, cuando se los perturba, producen una luz azul radiante.

Los creyentes en Cristo son ciudadanos del cielo que, parecido a las algas de la marea roja, viven como nómades en la tierra. Cuando las dificultades perturban nuestros planes bien establecidos, el Espíritu Santo nos potencia para responder como Jesús, la luz del mundo, de modo que reflejemos en la oscuridad su carácter radiante. Conocer a Jesús y el poder de su resurrección nos cambia e impacta nuestra manera de vivir y reaccionar ante las pruebas de la vida (Filipenses 3:8-16).

Cuando pasamos tiempo diariamente con el Hijo de Dios, el Espíritu Santo nos equipa con la verdad que necesitamos, capacitándonos para reflejar el carácter de Cristo ante cada desafío de este mundo. Podemos ser faros del amor y la esperanza de Dios, atravesando la oscuridad hasta que Él nos llame a casa o vuelva a buscarnos.

De: Xochitl Dixon